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Ford A 2 Doors Sedan de 1929, un camino pensado con un final feliz
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Toda familia que quiere salir adelante busca un camino. Muchas veces las rutas que seguimos nos impiden llegar a buen puerto y en otras ocasiones conseguimos metas inesperadas, que superan las expectativas. Este es el caso de la familia Mesa y el Ford A de 1929. En un principio se adquirió con el fin de manejarle a turistas extranjeros, pero al final quedó como un miembro de la familia, como la semilla del proyecto “Y que historia”.

Marcos Tirado Marrero, esposo de Claudia Mesa Colarte, fue el protagonista principal de este episodio, pero todo el equipo hizo lo suyo. Esta es la historia:
El Ford lo vieron por primera vez en el balneario Varadero, específicamente en la “Casa de los Beatles”, donde tenía como fin montar a visitantes foráneos y pasearlos por las calles de una de las playas más bellas del mundo.

El fotingo estaba inscrito en Villa Clara y luego de gestionar la compra con su dueño matancero, hubo que hacer el traspaso a Matanzas y luego un poder a Marcos para que lo pudiera inscribir en La Habana. Los tramites se hicieron sin problemas y el Ford se puso a nombre de Claudia.

Sin embargo, el fotingo no funcionaba bien, necesitaba una reparación capital. A Marcos no le tembló el pulso y dijo que lo mejor era “hacerlo Tornillos” y empezar de cero. Estos primeros pasos, que Marcos lleva en su memoria con orgullo, ocurrieron en 2012.
La primera sorpresa negativa, al desarmarlo, fue descubrir que tenía poca originalidad. De hecho, Marcos fue a ver a un especialista en el asunto, de nombre Raúl, quien le comentó: “…eso no es un Ford de 1929, eso es un híbrido…”. Entonces comenzó la fase de estudio, de investigación, de buscar la originalidad, de lograr restaurar ese “híbrido” y convertirlo en un verdadero Ford A 2 Doors Sedan de 1929.

Una vez que Marcos logró tener datos importantes, comenzó por reparar y restaurar el chasis que, aunque tenía todas las medidas de fábrica, hubo que soldarlo, reconstruir algunas partes dañadas, lijarlo y pintarlo. Todo eso se hizo en su casa y cuando vio la base del proyecto en perfecto estado, tomó impulso para seguir. La chapistería fue el segundo paso, un trabajo continuo que duró siete meses.

Conseguir un tanque original de gasolina fue un gran logro, como lo fue llevar las líneas de la carrocería por buen camino: martillo, tac, mecha oxiacetilénica y sobre todo mucho arte y paciencia, hicieron que el fotingo recuperara el ADN perdido; más aún, cuando comenzaron a colocarle todos los accesorios originales comprados en Estados Unidos de América. Tomaron protagonismo los de la periferia: manillas, careta, defensas, focos, logos, entre otros; sin olvidar los del interior, donde destaca la pizarra y sus instrumentos antiguos para medir recorrido total, recorrido puntual y nivel de combustible, sumando el convencional chucho de arranque y el amperímetro.

También fue muy significativo terminar el piso de madera dura, el cual quedó como de fábrica. Verlo así, y a medida que avanzaba la tapicería y pintura, dejaba ver un avance de lo que sería el final de esta aventura. Este proceso duró cuatro meses, pero todo quedó con un acabado perfecto.

Solo dos sistemas no pudieron ser originales ciento por ciento: el de frenos, al que se les sustituyeron las varillas mecánicas por bomba hidráulica y el eléctrico, al que le reemplazaron la dinamo de 6 v por un alternador de 12 v. Sin embargo, los cambios no se hacen notar a la vista, aunque sí aumentan la seguridad y el confort.

Paralelo a estos trabajos, se reparaba la motorización y transmisión. De esa faena se encargó Carlos Guerra Piñero “Carlín”, quien ahora es parte del equipo “Y que historia”. Para hacerlo, no sólo se asesoró con Raúl, sino que contó con tres motores originales, los cuales desarmó y seleccionó las mejores piezas de cada uno. De esta manera se armó un motor completamente original, con un funcionamiento excelente. Para ello adquirieron partes exteriores del propulsor nuevas y originales, las que también se compraron en USA. Fueron: el delco (distribuidor de corriente), el carburador, los múltiples de admisión y escape y las bujías.

El ensamblaje final se realizó donde se repararon motor y transmisión, en la casa de Rogelio Paris, quien tiene un taller donde trabajaba Carlín como mecánico. Darle el acabado allí fue como hacer un sueño realidad. Fue como remontarse a los primeros años del pasado siglo XX, cuando en la fábrica enclavada en la avenida Mack, en Detroit, Míchigan; Ford producía estos autos popularizados como “Fotingos” que, como en aquellos tiempos y en nuestros días son orgullo de sus propietarios.

Siendo así, no es casualidad que la idea con respecto al Ford cambiara y pasó a formar parte del patrimonio familiar. Hoy la familia Mesa y el colectivo del taller “Y que historia” muestra con sobrada satisfacción su obra, pero nadie duda que es Marcos Tirado Marrero “Marquitos”, quien lo vive con mayor intensidad, motivos le sobran.





